Cruz y Calavera

Por: Lic. Marlon Laguna

En política, como en la vida, las divisiones internas suelen costar caro, así lo aprendió el Partido Nacional de Honduras (PNH) en Siguatepeque durante el último proceso electoral, cuando la falta de unidad fue una de las principales razones por las que la alcaldía pasó a manos de otro partido.

Hoy, con miras a las elecciones de noviembre, se presenta una nueva oportunidad para corregir el rumbo, sin embargo, aún no hay “humo blanco” entre los líderes locales, Jorge Alfredo Valeriano Pinto y Elí Santos Pacheco.

Ambos han expresado públicamente su disposición al diálogo, pero también han dejado claro que hay heridas que sanar, compromisos que asumir, y sobre todo, bases a las que escuchar.

Pinto, como candidato oficial a la alcaldía de Siguatepeque por el PN, llama a la unidad con un discurso que mezcla institucionalidad y pragmatismo, reconociendo la necesidad de sumar, de que “todo voto cuenta” y de que el partido debe mostrar una “unidad granítica”, y aunque  ha hecho acercamientos con Elí, también deja entrever que la estructura partidaria impone líneas claras, exteriorizando que el que no ganó, debe sumarse al que sí.

Por su parte, Elí Santos Pacheco, ex precandidato del movimiento de Ana García de Hernández, habla con el corazón en la mano, su mensaje está cargado de lealtad, no solo al Partido Nacional, sino, y con mayor énfasis, a su gente, a sus casi cinco mil marcas, a sus coordinadores, a sus líderes comunitarios, rechazando de forma categórica la idea de negociar por cargos o favores.

Elí Santos pide proyectos para las comunidades, apoyo concreto para quienes caminaron a su lado durante años,  su visión es menos de candidatura y más de compromiso social.

Este impase, lejos de ser un obstáculo, debe verse como una valiosa oportunidad,  el Partido Nacional necesita más que un acuerdo de cúpulas, necesita una reconciliación auténtica, un pacto de unidad con raíces en las bases y proyección hacia el futuro.

La solución no está en imponer, sino en consensuar, no se trata de convencer por presión, sino por propósito compartido.

La unidad debe construirse sobre el respeto mutuo, la inclusión de liderazgos diversos y el reconocimiento del valor que cada quien aporta, no cabe duda que  la figura de “Papi a la orden”, (Tito Asfura), como líder nacional, tiene ahora el desafío y la responsabilidad de mediar y encontrar ese punto de equilibrio al que Elí se refiere con insistencia.

Si algo han dejado claro ambos líderes es que hay voluntad, y cuando hay voluntad, hay camino, lo que falta es sentarse sin condiciones previas, con honestidad  y poner en la balanza no solo lo que se pierde al no unirse, sino sobre todo lo que se puede ganar si se construye una verdadera alianza.

Porque si el Partido Nacional quiere recuperar la alcaldía de Siguatepeque, no bastará con discursos, tendrá que reconciliarse consigo mismo, de lo contrario está condenado a un segundo fracaso electoral,  o como decimos en Siguatepeque; “ Està Cruz y Calavera”…

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